Siempre es buen momento para visitar Jordania, incluso cuando hoy muchos confunden al pacífico Reino Hachemita con la turbulenta situación política y social de sus vecinos Siria e Irak. A pesar de la bajada del turismo provocada por estos miedos, viajar a Jordania esseguro y más que recomendable. Para allá fuimos Esther y yo con una amiga mexicana. Tres chicas y 8 días para descubrir las maravillas de Jordania, enamorarnos de su gente, devorar su gastronomía y llenar la retina con los colores del atardecer rosado en Petra y el rojo del desierto del Wadi Rum. ¿Nos acompañas?
Día 1: Jerash y Castillo de Ajloun
Llegamos muy tarde por la noche a Amman y un amigo que vive en la capital de Jordania nos vino a recoger al aeropuerto. A la mañana siguiente nos levantamos pronto y nos pusimos en ruta. La primera parada del viaje eran las ruinas de la ciudad romana de Jerash, una de las decápolis que el Imperio levantó por estos lares. Había bastantes turistas locales, pero casi ningún extranjero y paseamos por su cardo y su decumanus perfectamente conservados. Nos encaramamos a sus dos teatros, admiramos sus templos y nos maravillamos con la maestría de quienes crearon este lugar que ha sobrevivido al tiempo. Al acabar, comimos en un restaurante libanés a las afueras: Um Khalil. ¡Delicioso!
Por la tarde, aprovechamos para visitar el Castillo de Ajlun. Esta fortaleza construida en el siglo XII por un comandante de Saladino para proteger la región de los ataques de los cruzados. Es espectacular lo gruesos que son los muros y lo bien conservada que está. Subimos a las vistas a admirar un paisaje que domina todo el horizonte y nos tomamos nuestro tiempo. Se ve rápido, pero disfrútala con calma.
El segundo día en Jordania lo pasamos descubriendo la capital del país: Amman. Esta ciudad que muchos pasan por alto es vibrante, moderna y está llena de vida. De su pasado apenas le quedan el Teatro y la Ciudadela, que valen muchísimo la pena. El “zoco” son básicamente cuatro calles algo desangelada que no nos gustaron demasiado. Pero sí que nos gustó pasear por el centro, ver los graffitis, tomar una limonada con menta en Wild Jordan y dar una vuelta al atardecer por Rainbow Street.
Día 3: Pequeña Petra y Petra by night
El tercer día de nuestro viaje de chicas a Jordania volvimos al aeropuerto para recoger nuestro coche de alquiler. Lo alquilamos a través de Auto Europe y nos dieron un bólido espacioso automático perfecto para nuestra ruta por el país. Una vez recogido, nos pusimos en marcha en dirección al sur. El destino era Wadi Musa, la ciudad donde está Petra.
Llegamos después de unas pocas horas cruzando paisajes desolados. Dejamos las cosas en el hotel y comimos algo. Por la tarde pasamos a recoger entradas para Petra by night, visitamos el pequeño museo dedicado a esta ciudad perdida y recorrimos una carretera lunar hasta llegar a la Pequeña Petra.
La Pequeña Petra es un lugar precioso que, tal y como su nombre indica, recuerda a su hermana mayor, pero sin las multitudes. La visitamos cuando caía la tarde y el calor no era tan bochornoso. Andamos por su siq, vimos las tumbas y trepamos hasta lo más alto, siguiendo los pasos de beduinos, para admirar la calma del lugar.
Después de cenar, fuimos a Petra, para verla bajo la luz de las velas y las estrellas. Es una experiencia indescriptible. Andar a oscuras por el Siq, entre susurros para luego llegar al Tesoro, apenas alumbrado por la tenue luz de las velas mientras un beduino toca un instrumento musical y otro habla sobre los nabateos y su civilización perdida. Después de un rato, se hace la luz y la fachada del Tesoro se ilumina y todo el mundo suspira. Una experiencia que vivir, por lo menos una vez en la vida.
Día 4: Petra
El día siguiente nos levantamos prontísimo y nos reunimos en la entrada de Petra con Abdullah Nawafleh, nuestro guía local. Sin él, la visita a Petra no hubiera sido ni la mitad de divertida, entretenida y completa. Disfrutamos un montón de la experiencia, tanto que volvimos al día siguiente a por más. Pero eso es otra historia.
Cruzar el Siq bajo la tenue luz de la mañana hasta llegar al Tesoro es algo increíble. Ver los relieves de una caravana de camellos, las tumbas talladas en la roca… Y luego la maravilla con la que se toparon Indiana Jones y su padre en “Indiana Jones y la Última Cruzada”. Pasamos de los beduinos que intentan venderte cualquier cosa, de los que te ofrecen subir a un camello o a un burro y andamos y trepamos por sitios que no sabía ni que existieran.
Vimos Petra desde unas alturas y unas perspectivas únicas, solas con Abdullah, que nos ilustraba con mil historias e incluso se arrancó a cantar y nos hizo un sinfín de fotos. Gracias a él llegamos a ese mirador que permite ver el Tesoro desde lo alto mientras te tomas un té. Y acabamos la tarde volviendo al punto de partida para despedirnos de Abdullah, que nos prometió descubrirnos al día siguiente una ruta alternativa para llegar al Monasterio, el punto más lejano de Petra.
Día 5: Petra y Wadi Rum
Temprano por la mañana, un amigo de Abdullah nos recogió en el hotel y nos llevó en su 4x4 a un punto indeterminado en lo que parecía la luna, bache arriba bache abajo. Al final del camino invisible nos dejó en un lugar y nos indicó cómo llegar hasta el Monasterio por la parte de atrás, sin tener que subir los más de 800 escalones que llegan hasta allí si haces la ruta típica.
Con pocas esperanzas, echamos a andar por un sendero pavimentado con vistas al valle. No está bien señalizado pero es fácil de seguir. I después de una hora de marcha y muchas fotos llegamos finalmente al Monasterio. Tomamos una limonada y cruzamos Petra en dirección contraria justo a la hora en la que los turistas empiezan a llegar.
Por la tarde, condujimos hacia Wadi Rum, nuestra siguiente parada. En el pueblo de Rum nos recogió el responsable del Black Irish Camp, el campamento beduino donde nos quedamos. Pero antes de llevarnos a las tiendas nos hizo una ruta de unas 4 horas por el desierto de Lawrence de Arabia. Subimos a las dunas, condujimos por este erial rojo, trepamos a arcos de piedra y vimos uno de los atardeceres más inolvidables del mundo.
La cena fue típica beduina y luego nos tumbamos sobre la arena roja y fría para ver las estrellas. El final perfecto para un día maravilloso.
Día 6: Castillo de Shobak y Reserva de Dana
Continuamos nuestra ruta por Jordania haciendo algún paseo por la preciosa Reserva Natural de Dana, un lugar verdísimo que contrasta con fuerza con los ocres del resto del país. Comimos y visitamos el Castillo de Shobak, una fortaleza cruzada construida en el siglo XI por el rey Balduino I de Jerusalén. Está bastante más en ruinas que el castillo de Ajloun pero no había nadie, tiene túneles secretos (llévate una buena linterna) y unas vistas increíbles.
Día 7: Mar Muerto
Dejamos el verde de la Reserva Natural de Dana para pasar un día de relax máximo en un resort del Mar Muerto. Nos alojamos por una noche en una suite en el hotel Ramada. Era el lugar perfecto para dormir como reinas después de unas cuantas noches en hoteles algo básicos. Pero también el lugar idoneo para refrescarnos en la piscina del hotel y flotar en las saladísimas aguas del Mar Muerto. Si vas, también tienes que darte barros. ¡Se te quedará la piel tersísima!
Día 8: Madaba
El último día en Jordania lo aprovechamos para visitar el Monte Nebo y Madaba, una ciudad conocida por sus mosaicos. Pasamos unas cuantas horas explorando unos cuantos yacimientos en el casco histórico, vimos el famoso mapa de Madaba (ese donde se encuentra la representación de Palestina más antigua del mundo) y subimos al campanario de la iglesia. Por la tarde devolvimos el coche en el aeropuerto y nos instalamos en el hotel para pasar nuestra última noche. De madrugada, nos despedimos de Jordania y volvimos a casa.
Y así cerramos un viaje de chicas por Jordania que no podía haber sido mejor. Si quieres saber más sobre el viaje échale un vistazo a los artículos que tanto Esther como Patricia han publicado en sus blogs Miss Viajes y Mad About Travel.
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