A las 9,25 salía nuestro tren dirección a Aix en Provence, solo iban a ser 15 minutos de trayecto así que no había tiempo para mucho.
En la estación nos estaba esperando Geraldine, parte del equipo de la oficina de turismo de la ciudad y la persona que nos iba a acompañar a lo largo de la mañana.
La primera parada fue en Le Jardin de Marie, una casa afrancesada de 600 años de historia convertida por su propietaria Marie en bed and breakfast. Sin duda un lugar muy auténtico.
Geraldine empezó el recorrido por las encantadoras calles de la ciudad, la primera parada fue en Place d'Albertas, una preciosa plaza que antiguamente albergaba edificios pero que quitaban la luz al propietario del edificio de enfrente.
Este, de familia acomodada, compró los edificios y los demolió, convirtiendo el lugar en lo que ahora es.
Seguimos dirección a la plaza del mercado que cada día se realiza en esta ciudad, todo productos típicos como quesos, lavanda, verduras, embutidos... y con una pinta deliciosa.
En la plaza del ayuntamiento esa mañana también habían paradas pero estas, estaban dedicadas a los libros antiguos.
La siguiente parada iba a ser en Red Soul, una marca creada en Aix en Provence y de estilo boho hippie, que vende y distribuye por todo el mundo.
Ya era hora de comer y el sitio elegido fue Le Mado, donde comimos mejor que bien lubina y cordero con especias, imposibles de acabar de la ración tan grande que nos pusieron.
A la comida se añadió Mylène, una jovencita arqueóloga que reside y también es guía turística en Aix en Provence.
Ella fue la encargada de acompañarnos durante el recorrido que Paul Cèzanne realizaba a diario para llegar a su atelier, situado en las afueras de las murallas de la ciudad.
Aún siendo domingo, prácticamente no había nadie por lo que la visita fue muy placentera y pudimos disfrutar de los objetos personales que todavía se conservan, así como del entorno.
Después, nos estuvo explicando que Aix en Provence era muy conocida no solo por los paisajes que atrajeron a los pintores modernistas, sino también por sus aguas termales.
En la ciudad eran populares sus 1000 fuentes aunque en la actualidad no se estiman más de 500, aún así, bajo el balneario de la ciudad todavía pueden verse los últimos restos de los que fueron las termas romanas.
Acabamos el recorrido en el museo Caumont, donde disfrutamos de sus preciosos salones rococó y vimos un corto sobre la vida de Paul Cèzanne.
A esas horas estábamos derrotadas, así que volvimos a descansar antes de la hora de cenar.
Los domingos por la noche la mayoría de restaurantes están cerrados en la ciudad, por suerte estábamos cerca de una de las zonas más turísticas y Geraldine nos había recomendado uno, que por suerte estaba abierto.
La verdad es que cenamos genial, todo abundante y delicioso.
La mañana siguiente nos levantamos bien temprano, queríamos ir al mercado a comprar todo lo que el día de antes se nos había antojado para llevarlo de vuelta a casa. Semejantes delicias no se podían desaprovechar.
Pero antes nos encontramos con un super desayuno que Marie nos había preparado en el comedor de la casa, donde entraba luz a borbotones.
Después y con las maletas a cuestas, nos fuimos dirección a L'âne À Nageoires donde Marion nos esperaba para darnos una clase de cocina.
El menú que íbamos a cocinar era gnochis de remolacha y boniato, y de postre tartaleta de manzana.
Ella ya lo tenía todo muy preparado, así que solo quedaba seguir sus instrucciones y empezar a mezclar los ingredientes.
A las 12,30h habíamos acabado de cocinar y nos dispusimos a emplatar, porque a las 14h salía nuestro bus dirección a la estación del TGV.
Cuando llegamos el tren que conectaba Aix en Provence y Marseille llevaba 45 minutos de retraso, lo que provocaba que perdieramos el resto de conexiones.
Por suerte un trabajador muy amable de la estación cuando le explicamos lo sucedido, nos cambió sin problema los billetes por otros y así evitar ese día no llegáramos a casa.
Han sido dos días completos muy intensos en Francia.
No hay comentarios
Publicar un comentario